¿Qué pasaría si descubrieras que
tienes un lado oscuro que disfruta y siente placer de las desgracias de otros? ¿Cambiaría
la percepción que tienes de ti mismo?
Pronunciado [shadenfroida]; del alemán schaden y freude; daño y disfrute, es el placer derivado de observar las
desgracias o fallos de otros. Podría ser un símbolo de uno de los lados más
macabros del ser humano, pero es más que eso. Un estudio reveló que los niños,
seres puros y libres de pecado, pueden experimentar el schadenfreude a partir de los 24 meses de vida. Imaginar que un
niño de 2 años pueda disfrutar de las caídas de sus amigos bebés o disfrutar de
ver cuando su hermano le orina en la cara a alguno de sus padres es de locos,
es de humanos. Estamos capacitados para encontrar disfrute en las desgracias de
otros.
El schadenfreude
surge como una respuesta positiva (o menos nociva que la frustración o
amargura) frente a las situaciones de inequidad o injusticia de la vida. Disfrutamos
de ver a otros caer porque lo consideramos “justo”, consideramos que de esta
forma la desigualidad es más manejable. Esto lo vemos y experimentamos casi todos
los días.
La gran mayoría de personas que hablamos español, hemos
visto “El chavo de ocho”. Un ícono y estandarte de la comicidad en América
Latina. Todos hemos reído y disfrutado cuando el Chavo, de pura piconería o envidia,
cogía unas tijeras e iba a reventarle sus globos a Kiko, quien luego de
quedarse boquiabierto, iba a su rincón a llorar. Hilarante, gracioso y tan “schadenfreudeano”… Y así operamos,
incluso a nivel bioquímico. Cuando vemos a otros caer, se genera una reacción
química que libera componentes que nos causan placer. Sentir disfrute ante los
fallos o errores del resto, puede ser malo, sociópata o hasta indeseable, pero
a la vez es humano.
¿Aún tienes dudas? Esto va para ustedes, mujeres.
Cuando una hermosa, alta, despampanante y escultural aspirante a Miss Universo se
tropieza o cae en plena pasarela, no creo que piensen “uy, pobre, espero que no
se haya lastimado”. Ni qué decir cuando ven a alguna de sus semejantes darle un
beso al suelo luego de caminar toda torcida en tacones.
Los chismes, las noticias, los programas de “espectáculos”
(entre comillas porque no sé si vender caca respecto a la vida de gente que no
conozco tiene algo que valga la pena), todas esas cosas nos dan schadenfreude. Últimamente he observado
en redes sociales que hay varias personas pidiendo que cierto expresidente
(ahora prófugo) se vaya a la cárcel. Quiero pensar que como sociedad nos ha
aflorado una vena moralista, de rechazo total hacia la corrupción, pero sería
engañarme. Darnos de moralistas cuando como sociedad no respetamos las reglas,
nos pasamos la luz roja (¡malditos peatones!) es como luchar con ahínco y
desesperación por los derechos de los perritos y gatitos mientras disfruto de comer
pollo, chancho y carne.
(Autor: Paweł Kuczyński) |
Me pregunto si el querer ver a este expresidente tras
las rejas es un verdadero sentido de justicia o simplemente el deseo de verlo
caer luego de haber tenido una vida de excesos y parrandas con whisky; un deseo
de “justicia”, de acercamiento hacia nuestras propias desgracias y carencias,
porque queremos igualdad, porque no queremos ver que alguien tenga todo. Este
personaje no tiene carisma, es chabacano, y para algunos, sumamente descarado.
¿Cómo no querer verlo en la cárcel, verdad?
Sólo imagínenlo, con su glamoroso traje a rayas,
diciendo “I’m innocent” y un tufo a
whisky etiqueta azul. A su esposa acusando a los “pituquitos” o “lobbystas” del
gobierno. Insumos excelentes para un nuevo sketch
de comedia. Qué importa si realmente es culpable, qué importa saber si está
siendo juzgado de forma imparcial, mucho menos conocer de qué se le juzga o qué
tipos de delitos se le imputan. Esas son tonterías, queremos fotos de él esposado.
Qué rico que los malos estén tras las rejas, ¿verdad? “Lo justo”. Así ya sabrán
cómo nos sentimos nosotros, los que tenemos menos, los peruanos a los que nos robó.
(Me preocuparía si es por estas cosas que muchos quieren verlo en la cárcel)
(Autor: Paweł Kuczyński) |
Disfrutamos el morbo, desde ver cómo los famosos caen,
hasta escuchar los chismes de tu compañero del trabajo. Tus memes, tus gifs de perritos cayendo las escaleras, tus burlas por las derrotas
de un equipo grande… En mayor o menor medida, las cosas desfavorables que le
ocurren a otros a ti te pueden causar disfrute.
Saber que existe algo como el schadenfreude nos permitirá conocernos más. Saber por qué reaccionamos como lo hacemos y qué tanto podemos ponernos a pensar en la situación de los otros, más allá de lo que diga la gente o tu propio entorno. Por lo pronto, cada vez que veas a ese gordito que le cae mayonesa de su “sanguchón” en su camisa, cada vez que veas a la señora
antipática del micro tropezarse al bajar, o a la chica regia y guapa que se
golpea la cabeza, ríe y disfruta de lo que les pasó. Agradece a miles de años
de “evolución” que te dieron ese mecanismo para sobrellevar esta vida dura,
injusta y sobretodo desigual: schadenfreude.
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