Tuesday, November 3, 2015

Mi experiencia Vipassana (III)


No hay mucho qué decir de los días 2 y 3. Ya había recuperado algo de cordura, y si bien mi mente seguía cantando a diestra y siniestra, sus revoluciones bajaron. El silencio se me hacía más familiar y el dolor de cuerpo era más soportable; los días eran más tolerables. Una vez que acepté la realidad que me esperaba los siete días restantes y dejé de añorar lo que no tenía, todo fue más sencillo. Me sentí agradecido por cada plato de comida que recibía; agradecido por tener personas que nos estaban sirviendo y agradecido con la vida. Cuando empecé a disfrutar de lo poco o mucho que tenía en ese momento y dejé de pensar en lo que me faltaba, en lo que no tenía, todo a mi alrededor cambió.Pude disfrutar salir en las noches a la entrada del lugar a respirar y observar cuidadosamente la nada...




Al finalizar el día 3 nos informaron que a partir del día siguiente íbamos a tener un tipo de meditación diferente a las anteriores. La consigna de ésta era mantener la misma posición, sin mover las manos o los pies durante una hora continua. El objetivo: trabajar la firme determinación, la constancia… Ya me habían comentado de este “reto” antes, y no quería irme sin lograrlo… Hasta ese día no había podido mantener una misma posición durante más de diez minutos. Y así, me fui a mi cuarto pensando en cómo lo iba a hacer. Era hora del autoabrazo de felicitación del día y hora de dormir. Antes de cerrar mis ojos, me di ánimos para el día siguiente y lograr el mencionado reto.


Día 4, el mismo despertar, la misma sensación y, extrañamente, sin sueño. La primera jornada del reto empezaba después del descanso post desayuno… Fui a Vipassana sin saber qué encontrar, tampoco buscaba algo. Fui por la experiencia y en un plan de “a ver qué pasa”. Con esa ingenuidad e ignorancia decidí permanecer 10 días ahí. Mi recompensa y lo que marcó toda la diferencia, vino en el día 4.  




Al iniciar la meditación/reto, colocaron un audio con cánticos en hindú antiguo, a la par de las instrucciones sobre áreas de tu cuerpo en las cuales enfocarte para buscar sensaciones. Empecé bien pero al pasar los minutos, sentía un poco de dolor y posterior adormecimiento. Estas sensaciones, combinadas con las del audio me empezaron a generar -no sé por qué- un marcado fastidio y rechazo a todo; el audio lo sentía insoportablemente repetitivo, estaba harto de los cánticos y sus alaridos; enfocarme en puntos específicos de mi cuerpo, cuando mis piernas y mi espalda estaban siendo torturadas, era frustrante. El fastidio pasó a convertirse en cólera con calor, en energía que te quema el cuerpo. Mis manos empezaron a cerrarse con rabia; tuve un mal sabor de boca y todo iba en aumento… Apreté fuerte mis manos, como cuando sientes una profunda impotencia e injusticia… Pasó por mi mente el darle un puñete al piso, levantarme y mandar todo al carajo. Y justo cuando todo eso llegó a su punto más álgido, como un globo que está a punto de reventar, toda esa cólera, frustración, molestia e incomodidad, todo eso, se desvaneció como un suspiro…




Hasta ahora no sé qué ocurrió ese día. No sé de dónde salió esa cólera, esa rabia, pero creo que era algo oculto, muy escondido. A partir de ese día murió algo de mí, se evaporó… Lo mágico de todo esto es que a partir de ese momento me sentí ligero, en paz, y estas son sensaciones que me acompañan hasta el día de hoy. Hace tiempo que dejé de preocuparme por encontrar respuestas o causas a todo. No sé por qué o para qué tuve esa cólera guardada pero ya no está y me siento muy bien, más en calma, con mayor libertad.


En aquella ocasión, no conseguí mantener la postura durante una hora. Creo que resistí durante 45 minutos y luego tuve que moverme porque ya no sentía la mitad del cuerpo. Lejos de frustrarme, terminé esa meditación muy feliz, y hasta ahora sonrío cuando recuerdo dicha sensación de libertad, holgura y plenitud. El reto lo cumplí por primera vez en el día 7. Pude repetir la hazaña en los días 8 y 9.




Todo empezó a cambiar de forma a partir de ese día. La comida vegetariana era sinónimo de manjar y disfruté cada bocado como si fuera el primero. Empecé a ver a mis compañeros con cierto brillo, a verlos en grandeza. Los rostros, que en un inicio eran tristes y desesperanzados, pasaron a ser más neutrales y por momentos alegres. Creo que cada uno empezó a encontrar su propio espacio de paz y plenitud. Las meditaciones se hacían menos tediosas y el audio que en un momento llegué a detestar, me pareció ameno y hasta melodioso. Las cosas seguían igual, sólo cambió mi forma de apreciarlas.


Quedaban 6 días y el curso no terminaba pero ya sentía como si hubiera campeonado…


No comments:

Post a Comment