Monday, November 16, 2015

La vida en molde


            “Estudia mucho para que saques buenas notas”. “Tienes que elegir una carrera que te dé plata”. “Los abogados ganan lo que quieren”. “Tienes que darle duro y parejo al trabajo”. “¿Y cuándo te casas?”. “Ya estás en edad de tener tu chibolo”. “Apura que se te pasa el tren, ya no eres una jovencita de 20 años”.


Estas son algunas frases que me vienen a la mente cuando pienso en las distintas etapas del ciclo de la vida. Algunas me las han dicho, otras las he escuchado (la de jovencita, obviamente). Pareciera que la vida está parametrada desde que vienes a este mundo. Las excepciones siempre aplican y nada en contra de dedicarle 15 o 20 años a una misma actividad, en un mismo trabajo. Mi inquietud va hacia todo aquello que se puede dejar de lado por hacer lo que estás supuesto a seguir haciendo. ¿Dónde queda lo que te hace feliz? ¿Qué cosa harías si no tuvieras que preocuparte por dinero?


Esclavitud - Esclavitud moderna


Si estás en el colegio, te toca estudiar y sacar buenas notas (porque tener notas bajas es malo, y ser “inteligente” es bueno); cuando creces y estás a punto de pasar la barrera de los 17 y recién empiezas a pensar en todas las salidas y nuevas aventuras que te esperan en la vida adulta, te informan que tienes que pensar en qué estudiar (porque no tienes tiempo que perder). Lo que te gusta está bien pero si no da plata, descártalo. Tienes que elegir algo que te dé de comer. Ya en la universidad, más estudio y presiones te esperan. Ahora escuchas que si no sacas buenas notas nadie te dará prácticas y no serás un buen profesional. Cuando consigas trabajo, agradece que tengas uno. Ahora podrás tener un sueldo y a fin de mes comprar tus cosas para aportar a la casa y subsistir…


Cuando llegues a los veinti-muchos, ponte ya a pensar en irte a vivir con alguien y tener tu hijo, porque es lo que ya toca. Si eres mujer, apura, que “se te pasa el tren”. Ahora, sigue trabajando para darle educación a tu hijo, para pagar tu alquiler, para estudiar una maestría (tu título ya no es garantía ni te hace competitivo). Si tu trabajo no te gusta, estás harto del horario, de tu jefe, de tus compañeros de trabajo, qué importa; te da para vivir; la calle está dura y hay que seguirle dando. Por ahí podrás darte un día de descanso, si es que no hay que trabajar. Casi no ves a tu familia, pero qué importa, hay que seguir trabajando y produciendo para poder comprar y subsistir; total, eso es parte de la vida adulta y todo el mundo lo hace.


Un día más...

Pasan los años (los cuales para ti pasan cada vez más rápido, a pesar de que los días sigan teniendo 24 horas y los años 365/366 días), tu hijo ya termina el colegio. Es hora de ponerte a pensar cómo vas a pagarle la universidad (porque tiene que ir a la universidad, quieres que sea alguien en la vida, así como tú). Después de todo ¿para qué te rompiste el lomo tantos años? ¿Para qué lo presionaste tanto con sus notas y con que consiga los primeros puestos?


Tu hijo empieza la universidad y sigue tu sabio consejo de elegir qué hacer en función de lo que le dé para vivir. Tu hijo ya terminó la universidad, ya es un profesional. Puedes inflar el pecho el día de su graduación. La hizo, la hiciste. Ya cumpliste con él. Ahora que él vea qué hace. Es hora de pensar en ti, para tu vejez.


Viviste tu vida “como se debe”. Te convertiste en profesional, tuviste tu familia y tienes muchas comodidades. Probablemente ya eres abuelo y podrás disfrutar de tu pensión de jubilación, el producto de tantos años de esfuerzo y sacrificios.




¿Cómo sería la vida sin la presión de ganar dinero? ¿Cómo sería trabajar “por gusto”, dándote tiempo para ser feliz y disfrutar de las cosas sencillas de la vida? ¿Cómo sería tener tiempo para no hacer nada o para sentarte y sentir tu respiración? Si tu respuesta es desempeñar el trabajo al que te dedicas actualmente, felicidades, estás en el cielo.


Suena a locura, y tal vez sea hora de dejar de escribir tonterías. Estar ocupado es bueno, tener trabajo y posición es lo máximo. Buscar la felicidad y hacer lo que te gusta es para hippies y vagos. Terminó mi hora de almuerzo. Me voy a trabajar (y a intentar ser feliz con las cosas que me compre a fin de mes)... 


P.S.: 

Un corto para reflexionar: "El empleo"

Altamente recomendado: TED - "How to find and do work you love"



Tuesday, November 3, 2015

Mi experiencia Vipassana (III)


No hay mucho qué decir de los días 2 y 3. Ya había recuperado algo de cordura, y si bien mi mente seguía cantando a diestra y siniestra, sus revoluciones bajaron. El silencio se me hacía más familiar y el dolor de cuerpo era más soportable; los días eran más tolerables. Una vez que acepté la realidad que me esperaba los siete días restantes y dejé de añorar lo que no tenía, todo fue más sencillo. Me sentí agradecido por cada plato de comida que recibía; agradecido por tener personas que nos estaban sirviendo y agradecido con la vida. Cuando empecé a disfrutar de lo poco o mucho que tenía en ese momento y dejé de pensar en lo que me faltaba, en lo que no tenía, todo a mi alrededor cambió.Pude disfrutar salir en las noches a la entrada del lugar a respirar y observar cuidadosamente la nada...




Al finalizar el día 3 nos informaron que a partir del día siguiente íbamos a tener un tipo de meditación diferente a las anteriores. La consigna de ésta era mantener la misma posición, sin mover las manos o los pies durante una hora continua. El objetivo: trabajar la firme determinación, la constancia… Ya me habían comentado de este “reto” antes, y no quería irme sin lograrlo… Hasta ese día no había podido mantener una misma posición durante más de diez minutos. Y así, me fui a mi cuarto pensando en cómo lo iba a hacer. Era hora del autoabrazo de felicitación del día y hora de dormir. Antes de cerrar mis ojos, me di ánimos para el día siguiente y lograr el mencionado reto.


Día 4, el mismo despertar, la misma sensación y, extrañamente, sin sueño. La primera jornada del reto empezaba después del descanso post desayuno… Fui a Vipassana sin saber qué encontrar, tampoco buscaba algo. Fui por la experiencia y en un plan de “a ver qué pasa”. Con esa ingenuidad e ignorancia decidí permanecer 10 días ahí. Mi recompensa y lo que marcó toda la diferencia, vino en el día 4.  




Al iniciar la meditación/reto, colocaron un audio con cánticos en hindú antiguo, a la par de las instrucciones sobre áreas de tu cuerpo en las cuales enfocarte para buscar sensaciones. Empecé bien pero al pasar los minutos, sentía un poco de dolor y posterior adormecimiento. Estas sensaciones, combinadas con las del audio me empezaron a generar -no sé por qué- un marcado fastidio y rechazo a todo; el audio lo sentía insoportablemente repetitivo, estaba harto de los cánticos y sus alaridos; enfocarme en puntos específicos de mi cuerpo, cuando mis piernas y mi espalda estaban siendo torturadas, era frustrante. El fastidio pasó a convertirse en cólera con calor, en energía que te quema el cuerpo. Mis manos empezaron a cerrarse con rabia; tuve un mal sabor de boca y todo iba en aumento… Apreté fuerte mis manos, como cuando sientes una profunda impotencia e injusticia… Pasó por mi mente el darle un puñete al piso, levantarme y mandar todo al carajo. Y justo cuando todo eso llegó a su punto más álgido, como un globo que está a punto de reventar, toda esa cólera, frustración, molestia e incomodidad, todo eso, se desvaneció como un suspiro…




Hasta ahora no sé qué ocurrió ese día. No sé de dónde salió esa cólera, esa rabia, pero creo que era algo oculto, muy escondido. A partir de ese día murió algo de mí, se evaporó… Lo mágico de todo esto es que a partir de ese momento me sentí ligero, en paz, y estas son sensaciones que me acompañan hasta el día de hoy. Hace tiempo que dejé de preocuparme por encontrar respuestas o causas a todo. No sé por qué o para qué tuve esa cólera guardada pero ya no está y me siento muy bien, más en calma, con mayor libertad.


En aquella ocasión, no conseguí mantener la postura durante una hora. Creo que resistí durante 45 minutos y luego tuve que moverme porque ya no sentía la mitad del cuerpo. Lejos de frustrarme, terminé esa meditación muy feliz, y hasta ahora sonrío cuando recuerdo dicha sensación de libertad, holgura y plenitud. El reto lo cumplí por primera vez en el día 7. Pude repetir la hazaña en los días 8 y 9.




Todo empezó a cambiar de forma a partir de ese día. La comida vegetariana era sinónimo de manjar y disfruté cada bocado como si fuera el primero. Empecé a ver a mis compañeros con cierto brillo, a verlos en grandeza. Los rostros, que en un inicio eran tristes y desesperanzados, pasaron a ser más neutrales y por momentos alegres. Creo que cada uno empezó a encontrar su propio espacio de paz y plenitud. Las meditaciones se hacían menos tediosas y el audio que en un momento llegué a detestar, me pareció ameno y hasta melodioso. Las cosas seguían igual, sólo cambió mi forma de apreciarlas.


Quedaban 6 días y el curso no terminaba pero ya sentía como si hubiera campeonado…