Monday, April 27, 2015

Detalles


            Todos los días recibimos gestos de amor, de amistad y de agradecimiento de distintas fuentes. Desde un saludo, un mensaje, pasando por un beso o un abrazo. Todos estos son imitables y replicables. Un abrazo lo agradeces con otro abrazo, un regalo con otro regalo y así sucesivamente.

En una relación hombre-mujer, se asume muchas veces –con toda la razón del mundo- que la mujer es más detallista y por ende, siempre tendrá alguna sorpresa que nos sacará una sonrisa (un hombre "sensible" y "detallista" está en el Top 10 de habilidades deseadas en un hombre). Sorpresas he recibido muchas, y ahora que las traigo de vuelta a mi presente, continúo aún con el asombro y admiración de las cosas que la creatividad y el amor pueden hacer. He recibido detalles que me han dejado boquiabierto y de los cuales hasta ahora conservo varios como una muestra de admiración y agradecimiento. Mis breves momentos de inspiración para hacer detalles, existen, pero nunca con tal grado de elaboración. De mucho
Sin palabras...
pensar en qué hacer termino fundiendo mi mente racional y retorno a lo más sencillo y sincero que puedo hacer: escribir algo. De los muchos gestos y detalles que se pueden entregar o hacer, hay uno que nunca he hecho –hablo de detalles simples, nada de mariachis o mandar a un corazón a perseguir a la amada por la calle-, en un inicio por considerarlo cursi y ahora porque simplemente no sabría cómo. Nunca he dedicado un poema de mi autoría (y, creo que ni siquiera con copy-paste). Al igual que para el baile, esa parte de mi cerebro está cuadripléjica.

Dos personas me han entregado poemas: una enamorada de aquél entonces y una amiga a la distancia (tiempos ancestrales del Messenger) a quien nunca tuve el privilegio de conocer. Sólo puedo decir que era “un Sol”.

A continuación comparto uno (me dijo que ella lo había escrito):


Si no te soñara...

Sueño tu voz
diciéndome te quiero,
y me caminas de caricias
con la yema de tus dedos,
es tan divino saberte
suspirando entre mis sueños,
que mantengo los ojos cerrados
para sentirte en mi cuerpo...

Sueño con tus brazos
agazapados a mi cintura,
con el roce de tus labios
palpándome la figura,
es tan hermoso soñarte,
respirarte entre mis senos,
que por soñar imposibles
sueño volar en tu cielo.

Y de mis sueños me alimento
camino, bebo y respiro,
pues mi vida seria un infierno...
¡si no te soñara conmigo!”


Lamentablemente, el otro (de mi amiga) no lo encuentro. Anda perdido en algún lugar de mis archivos, esperando ser rescatado. La búsqueda lleva un par de horas pero mantengo la esperanza de encontrarlo... (sé que lo he visto).

Primo, gracias a ti también...
Comparto esto como una muestra de agradecimiento para esas personas que haciendo poco me dieron mucho, que de forma auténtica y desinteresada nos dan gratos recuerdos que albergamos en el archivador de momentos felices. Mi ejemplo fueron los poemas, pero me extiendo a todas las personas que han tenido algún gesto conmigo. No me alcanzaría el tiempo para detallar las sorpresas que he recibido; de alguna forma hasta siento que he hecho poco para recibir tanto. 

Las historias transcurren, se terminan y empiezan unas nuevas, y con todo ello, puedes marcar algo distinto en otras personas con pequeños gestos. Ya no tengo contacto con las poetizas pero desde aquí, mis mejores deseos. 

Seas hombre o mujer, la diferencia estará en hacer y demostrar más "pensando" menos.  “Menos es más”, he ahí la magia de los detalles: en su simpleza.




Monday, April 20, 2015

"Sabes que te amo (pero...)"



Se conocieron sin esperarlo, se gustaron, compartieron; bajaron sus defensas y se quitaron sus cascos y armaduras. Continuaron con las salidas, llegó el primer abrazo, la primera tomada de mano y caricias en el rostro. Llegaron los primeros jugueteos, las primeras miradas cómplices y los primeros momentos de silencio contemplándose los rostros. Llegó el esperado primer beso, se sumaron las caricias más íntimas, culminando todo en una liberación celestial seguida de un estado de paz y plenitud absolutos, sintiendo que no habría mejor lugar ni momento más feliz que estando los dos juntos. Todo era “perfecto”. Ambos avanzaban y abrían nuevos senderos sobre las nubes, dando cada paso tomados de las manos.



Pasó el tiempo y llegaron las primeras discusiones, las primeras diferencias y malentendidos. Experimentaron sus primeros momentos de silencio incómodo, los primeros cruces de brazos y manos solitarias; conocieron a la desazón, a la tristeza, al estancamiento y sintieron los primeros aterrizajes de cara contra el suelo frío de la no-ilusión. Y así llegaron las primeras disculpas, las primeras reconciliaciones y reafirmaciones de amor. Se atrevieron a soñar, a fabricar sus primeros mundos de ensueño, con un hogar, hijos y una vida feliz, juntos. Y así siguieron, caminando sobre las nubes, tomados de las manos.


Llegó más y más apego, llegaron la obsesión, los celos, la desconfianza… Y llegaron más peleas, más diferencias; también más compromisos y promesas de amor, y en sus propias imperfecciones eran felices, muy felices.


La vida siguió avanzando hacia la dirección que conoce; llegaron más momentos de felicidad, más ilusiones. Llegaron nuevos problemas, más separaciones y distanciamientos. Se hizo presente la indiferencia; se hicieron presente terceras y cuartas personas, bien en la forma de aves de paso o bien en la forma de cuervos.




El amor los seguía empujando a ir hacia adelante, dibujándoles sonrisas y poniéndoles vendas para que ni siquiera saluden a la indiferencia, a los problemas o a las separaciones. Pasó el tiempo y el amor, solo y más entrado en años, perdió la energía y corazón de sus años de juventud. Ahora sus pasos eran más cortos, más pausados y cansados, con cada vez menos fuerza. Finalmente no pudo avanzar más y  las dos personas perdieron su empuje. Las vendas se aflojaron y cayeron; y de nuevo saludaron a sus viejos tormentos conocidos, sumándose ahora la intolerancia.


Y así siguieron avanzando, en caminos cada vez más distintos, cada uno por su lado, siguiendo su propio norte. El amor no les pudo seguir el paso y se quedó atrás recordando sus años mozos y de fortaleza; recordaba cómo fue concebido, de lo esplendoroso que fue todo al inicio… y eventualmente murió, solo y olvidado.




Y así siguieron, con sus manos cada vez más ajenas y extrañas por la falta de contacto. Vino el tiempo para corroborar que apenas se conocían. Habiendo muerto el amor en el olvido, el momento de conversar y sincerarse era inevitable. El tiempo no estaba ahí para que sea echado a perder...




Y llegó el momento de conversar, de decirle adiós al pasado, de aceptar el presente y de borrar ese futuro que fabricaron juntos. Las promesas y compromisos de amor que formaban parte de su mundo se transformaron en gratitud, cariño y buenos deseos. Se dijeron que se amaban, que siempre podían contar el uno con el otro y que siempre iban a ser especiales el uno para el otro… y nada más. Cada uno siguió su camino y avanzaron sin mirar atrás, dejándose en las sombras como hicieron con el amor, quien murió en el olvido.


La misma historia se repitió y continúa repitiéndose, con nuevas personas pero con los mismos personajes secundarios. Es una lástima que estas dos personas, así como muchos protagonistas de sus propias historias, olvidaran en su camino a la pareja incondicional del amor, tan incondicional que sin ella el amor envejece y acaba muriendo como le pasó al de este relato. Olvidaron a la aceptación. ¡Cuántos caminos seguirían unidos si no la hubieran olvidado!





Y mientras tanto, la vida siguió avanzando hacia la única dirección que conoce: hacia adelante. 


Sunday, April 12, 2015

De vuelta al mercado


            De las muchas cosas que mi mamá me decía y aún recuerdo, hay una que me ha resonado bastante en mi reciente y repitente soltería. Fue hace algunos años, estábamos conversando en una reunión familiar mi mamá, una tía y yo, cuando salió la pregunta clásica de la tía a la que apenas conoces y ves cada diez años (si no son más):

-         Tía: “¿Y cómo te va, hijito? Uy, yo te he visto cuando estabas chiquitito, ya ni te debes acordar…”  -y obviamente no te acuerdas, como probablemente no te acordarás de tu tía al día siguiente.
-         Yo: “No, tía, no me acuerdo… (sonrisa condescendiente)”.
-         Tía: “Mira lo grande que estás. ¿Y tienes enamorada?”.
-         Yo: “No, tía, todo tranquilo”.

Y entonces vinieron las palabras sabias de mi madre:

-         Uy, mi hijita, para que este nene encuentre una enamorada que lo quiera tanto como él se quiere a sí mismo… eso va a estar difícil”.


¿Y tienes enamorad@?


Y así como a mi tía (sinceramente no me acuerdo cuál de ellas era), olvidé esas palabras, y pasaron años hasta que volvieran de la nada, para que me resuenen y me hagan darles mil vueltas, como lo sigo haciendo desde hace unos meses. ¿Será que estoy condenado a estar solo?

“Difícil” tal vez ha sido. A mis 28 años acumulo la copiosa experiencia de cuatro enamoradas, número ridículo en comparación a mis amigos y parientes cercanos. El parangón se hace más grande si tengo en cuenta que de esas cuatro relaciones, solamente dos han sido significativas en términos de tiempo: la primera de casi dos años y la última de dos años y meses… y eso es todo. El “encontrar” ha estado bastante flojo también. Tuve mi primera enamorada en el año 2004, la segunda en el 2005, la tercera en el 2008 y la última en el 2012. Si quiero ser nerd podría buscar un patrón y predecir que la siguiente pareja llegará en seis o siete años, para el 2018 o 2019 (ya estamos 2015, ¡vamos, que sí se puede!).


¿Y ahora?


Dejando de lado las palabras de mi madre, siempre he pensado que las relaciones llegan en el momento que deben, que no hay que buscarlas; sólo hay estar listo para cuando la oportunidad llegue. En mi caso no sé si demoran para mí o pasé mucho tiempo sin estar listo. Volver al mercado de los solteros es como ser deportado: retornas por las buenas o por las malas, pero siempre enrumbado en el avión hacia “Solterolandia”. Puede ser un viaje turbulento o bastante pacífico, dependiendo del momento de la deportación y cómo lo digieras. Al principio te puedes sentir como los peruanos que vuelven luego de diez o veinticinco años: recuerdas lo que era antes, cuánto ha cambiado ahora y te sientes extraño en un entorno que no es el tuyo. La buena noticia es que así como el “Perú es súper”, terminas readaptándote a tu nueva situación, te familiarizas, de nuevo la disfrutas y puede que ya no quieras volverte a ir; recuperas hábitos de soltero o te generas nuevos para invertirlos en tu mayor tiempo libre (demasiado libre y demasiado tiempo, a veces), contactas amigos (si es que te quedan) y sobretodo que empiezas a estar contigo mismo, a pensar más en ti (y también es que no te queda de otra).  


Consejo de pata: sé el eterno
soltero... o mantenlo oculto.
Pasarán los días, los chismes y comentarios se esparcirán acerca del nuevo individuo que vuelve al mercado de los solteros. Aparecerán tus incondicionales amigos buscando animarte, aparecerá ese amigo “gilero de chongo” que quiere llevarte a conocer chicas-malas-que-hacen-cosas-buenas, y también las buenas amigas con las cuales conversar, contar la historia y desahogar si lo necesitas. Si cometiste el pecado capital de publicar formalmente (con cambio de estado de por medio) tu relación en redes, te espera un buffet de comentarios y preguntas como “¿qué pasó?”, “tenemos que conversar”, “¿estás bien?”, “inbox, amiga”, “cuéntamelo todo”, etc., etc., etc.


Después de la tormenta siempre amanece y llegará el momento donde puedas recordar tu relación por las cosas buenas que viviste, sonreír por cuánto aportó esa persona a tu vida y a tu desarrollo, porque ya no eres la misma persona que empezó esa relación… Llegará el día en que puedas valorar ser tu propia pareja, que tu mundo gire en torno a ti y puedas seguir conociéndote, queriéndote y pasarla bien contigo mismo para seguir creciendo; ser mejor persona, para ti y para alguien más, cuando se dé. Estar con pareja es una experiencia única y enriquecedora (sí, lo digo en un escenario ideal, nada de relaciones tóxico-intensas). Agradezco cada una de mis
¿Relaciones tóxicas? No, gracias.
relaciones… y así también de bueno es estar en el mundo de los solteros (de nuevo). Aquí también hay felicidad, hay amor, diversión; se destaca la mayor libertad (libertinaje si se desea), cantamos “Hola Soledad” sin acongojarnos y ulteriormente pretendemos romper con el mito de que para ser feliz hay que estar con alguien y también cachetear a aquellos que dicen que no “pueden” estar “solos”.


Aún no le encuentro respuesta ni significado a esa frase, tal vez mi mamá ni se acuerde pero haré el intento de preguntarle. Tal vez el difícil sea yo, tal vez sí sea jodido estar con alguien como yo y todo bien. Me reiré de ello, lo justificaré y como buen hijo que se respeta “culparé” a mi madre porque que me “marcó” con su frase, sobretodo por haberme dicho que me quiero mucho. ¡Bien jugado, mamá!


Bromas aparte, esta nueva etapa es una oportunidad para ver mi reflejo, para volver a conocerme y estar bien conmigo mismo. Cierro esta entrada con una frase de Dostoievski, que en un sentido medio trágico pero bien intencionado resume algunas bondades de estar con uno mismo, de ser feliz por gusto, pasarla bien conversando con tu voz interior y siendo feliz para uno mismo y –cuando sea el momento- compartir la felicidad con alguien más:



            “Cuando me siento feliz irremediablemente maúllo alguna melodía dentro de mí, como cualquier hombre feliz que no tiene amigos, ni buenos conocidos, y quien en momentos felices de la vida no tiene con quién compartir su alegría”.


Todo empieza por uno...


P.S.: 





Sunday, April 5, 2015

Todos somos prostitut@s


Hola a todos, mi nombre es Alonso y soy un prostituto. Sigue leyendo para descubrir cómo… pero ten cuidado porque es muy probable que también lo seas y te enteres a partir de hoy.


Hace poco escuché un audio de una conferencia en el cual el facilitador le decía a una mujer que había actuado como una prostituta al querer manipular al marido con chantajes emocionales. Al salir de mi asombro por la crudeza con la que la encaró, y luego de volver a escuchar y darle sentido a las palabras del facilitador, comprendí esta nueva definición del oficio más antiguo del mundo.


La RAE define la palabra prostituto(a) como “persona que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero” (confieso mi ignorancia al dudar de si existía la palabra en masculino), nada novedoso, pero vayamos al otro concepto; ¿por qué la mujer manipuladora de la conferencia era una prostituta? En términos del facilitador, un prostituto o una prostituta es aquella persona que hace algo esperando una cosa a cambio. Esto va desde las antiguas transacciones de sexo por dinero, pasando por las escenas de celos de un enamorado hacia su pareja para que uno haga lo que la contraparte quiere, y terminando por un niño que se porta “bien” para recibir el regalo prometido por el padre. Tan sencillo y contundente como eso; si haces algo esperando recibir algo (sea material como un premio o inmaterial como atención, cariño, lástima etc.), si tienes apego al resultado de tus acciones, felicitaciones, ya eres de los nuestros. Bienvenidos todos al club de los prostitutos.


Business eran business
Me sale la pregunta, de forma general y especialmente para mí, ¿con qué frecuencia actuamos para recibir algo a cambio? ¿Cuándo realmente hacemos algo de forma desinteresada? Mis recuerdos más antiguos de mi incursión en este oficio son de cuando era niño y me portaba bien, haciendo caso para recibir un premio o bien un “qué lindo, qué obediente”. En el colegio, hacía las tareas para tener buenas notas y eventualmente ser recompensado por mis padres. Negociaba mis 20s (la mayoría del curso de inglés): por cada 20, un Caballero del Zodiaco… y así puedo seguir con más y más ejemplos. Si lo llevamos al aspecto de pareja, es aún más diverso. Con mis parejas me he prostituido y muchas veces –y probablemente ellas también-, es parte de la negociación constante de una relación, de manejar las diferencias.


La familia Rabbit en la actualidad
Fuera de la mala concepción del término, fuera de lo chocante que pueda sonar la palabra por la poca moral asignada, lo interesante de la prostitución es que siempre actuamos buscando algo a cambio y haciendo uso del mejor recurso que tenemos a la mano en ese preciso instante (en el caso de la conferencia, la manipulación). Nos invita a pensar en qué son esas cosas que nos mueven día a día, qué cosas quieres conseguir, para qué haces lo que haces. Nos prostituimos yendo a trabajar por un sueldo, nos prostituimos en un matrimonio, en una relación de amistad, en virtualmente todo lo que hacemos. ¿Tienen amigos que publican en sus muros cada paso que dan, con comidas incluidas? Son parte del club. No en vano se les llama attention whores. Su paga: los likes y comentarios que esperan conseguir. 


Cerraré esto con una frase que ya se ha hecho cliché en mi entorno: “ni bueno, ni malo, información para ti”. Todos somos prostitut@s... ¿y? A seguirle dando…