Monday, March 30, 2015

El caminante


Si el “caminante hace camino al andar”, me pregunto cuántos caminos ya tendría detrás de mis pies.


Dentro de la amplia gama de cosas que podemos hacer en nuestros ratos libres, tales como tomarse selfies “casuales”, postear en Facebook sobre dónde estás, planchar, leer, tocar algún instrumento o echarte a contemplar el techo, uno de los míos es caminar. ¿Por qué me gusta algo tan banal como caminar? Es un misterio. El caminar pasó de ser un medio green de transporte a una distracción, a una terapia sana e incluso a un acompañante inconsciente de gratas compañías y conversaciones. Me relaja, me desconecta, desconecta a mi mente parlanchina, y hasta genera que me fluyan ideas e “ideotas”.




Este hábito empezó a generarse con la compañía de amigos, particularmente 2.  (Continuaré con los nombres inusuales e inventados para referirme a personas totalmente reales). El primero es Okocha, con quien solía pasar muchas tardes de mi época escolar caminando. Las horas se pasaban con conversaciones y visitas frecuentes a cualquier tienda para comprar algún “producto golosinario” que nuestras modestas propinas nos permitiesen. Cualquier cosa era mejor que hacer tareas y pasar una tarde totalmente solo en casa. Pasaron los años, las caminatas se hicieron más esporádicas y cada uno tuvo sus propios asuntos; llegaron las respectivas enamoradas y el tiempo pasó. Crecimos; mi amigo duplicó su peso, y ahora camina sólo alrededor de una mesa de taco y cuando persigue a su hijo cuando lo lleva a jugar. Sus años de viajero de calles quedaron atrás.




Heisembergo es el segundo. La rutina con él, las pocas veces que ahora lo veo, ya que va a ser papá muy pronto, es algo particular: nunca decimos a dónde vamos, solamente andamos mientras tenemos conversaciones donde hablamos de videojuegos, dibujos y aspectos de la vida. Sale una vena de filósofos amateur, y por momentos parece conversación de escritores, a pesar que su esposa diga que hablamos puras cojudeces. Estos viajes-tertulia (bien llamados power walks, por nosotros) se pueden extender por horas, atravesando varios distritos. Probablemente, hasta cambiaríamos de microclima si fuéramos en línea recta.


Entre caminar y tomar un carro o taxi, opto por lo primero siempre que me es posible (y casi siempre lo es). Tal vez "pierda" tiempo en traslado si comparo, pero la relajación, el observar caras nuevas y escuchar música (compañera indispensable en mis viajes), todo a la vez, vale más para mí. Mis viajes a pie me han ayudado a manejar momentos de enfado, de aburrimiento, de angustia e incluso tristezas intensas; ha sido mi forma de dejar atrás cosas, de aceptar y soltar el pasado con cada paso hacia el futuro. Forrest Gump corre... y yo camino, en mi propio mundo. Por lo que, si alguna vez me ven por la calle, me pasan la voz o me los cruzo y los ignoro como si no existieran, discúlpenme; no es por sobrado, solamente estoy en mi burbuja callejera, dando un paso tras otro, respirando, mirando al cielo de rato en rato, andando, pasándola bien...




La vida es como el caminar: está compuesta de pequeños pasos, es simple y gratificante y quién sabe a dónde te puede llevar.



Entrada anterior:

“¿Por qué no te dejas penetrar?”:


Siguiente entrada:

?

Sunday, March 22, 2015

“¿Por qué no te dejas penetrar?”


Lejos de empezar esta aventura como escribidor con algún relato indecente o lleno de lujuria que busque satisfacer lo deseos más primales de algunas personas, me pareció adecuado hacer esta primera entrada acerca de las cosas que escribiré; acerca de empezar a plasmar en palabras los relatos, anécdotas y cosas que me puedan surgir en el momento más inesperado. Esta historia surge a partir de una pregunta muy particular.


Un día me reuní a conversar con un amigo sobre unos temas pendientes. Él es coach al igual que yo, por lo que las preguntas y reflexiones son algo común en nuestras tertulias. Llegamos al tema de mi flojera y procrastinación –por ejemplo, esta entrada, tardó un mes en realizarse-, al tema de mis “paradas de burro” y sobre cómo ser un poco más resolutivo y orientado a la acción.




Intrigado, mi amigo me preguntó de dónde lo había aprendido. Me dijo que la flojera era un mecanismo para evitar ponerse en situaciones de estrés o presión, para luego pedirme mi opinión y si ello aplicaba a mí. Mi respuesta casi inmediata fue el viejo y confiable “no sé”. Vinieron más preguntas, más invitaciones a darle mis opiniones, a abrir mi mente y contarle lo que me pasaba; yo seguía respondiendo que no sabía, que no tenía idea. Probablemente creyó que no deseaba contarle o que me estaba guardando cosas. Lo cierto es que hay ocasiones donde necesito procesar la información, atar ideas y armar respuestas en mi mente antes de aventurarme a contestar. Ese es mi modus operandi. Prefiero decir “no sé” en lugar de contestar en automático.


Luego del quinto “no sé”, Yoleno (vamos a llamar así a mi amigo), me soltó la pregunta más inusual que me han hecho hasta ahora; una de esas preguntas tan raras que te dejan en blanco y te hacen torcer tu cuello cual gato:

- “¿Por qué no te dejas penetrar?”.
- (…) ¿…?
- “Ok, eso sonó muy mal. Sabes a lo que me refiero, ¿verdad?”.
- Claro…




Después de contarle mis razones y seguir conversando un par de horas más, me dirigí a casa con mi hombría intacta y con aquella pregunta. Con esta joya, Yoleno me preguntaba por qué no decía lo que pensaba, por qué no hablaba de mí… Luego de darle vuelta por unos días, me levanté alrededor de las 3 a.m. y, cual epifanía, me vino la idea de escribir, de darme a conocer a través de este medio.


Disfruto una buena conversación y escuchar a las personas. Me gusta mucho más que hablar (irónico, considerando que también soy facilitador y parte de mi trabajo es hablar frente a un público); pienso que es una habilidad escasa, considerando cuántas personas necesitan sólo ser escuchadas. No hablo de mí salvo me pregunten, no me nace inmediatamente contar algo personal, sino preguntarle algo a la otra persona y escucharla. Tal vez sea esta costumbre lo que no me deje “penetrar” contando sobre mi vida, sentires, anécdotas o historias del día a día.


Es así que empiezo esta aventura de escribir, de contar las cosas que no digo o simplemente olvido en algún rincón de mi mente. Esto es para mí un reto enorme por dos cosas: (i) por la constancia y el compromiso de escribir frecuentemente, sin patearlo indefinidamente, y (ii) mostrar y hacer público lo que escribo, sujetarlo a opiniones y críticas. Momento de dar el primer paso.




Aquí podrán encontrar una variedad de temas. Lo que no encontrarán serán críticas ni consejos sobre cómo cambiar el mundo. No habrá farándula, ni política, ni noticias. Todo eso lo pueden encontrar en las noticias o en varios muros de redes sociales. Este será un lugar de lectura ligera acerca de cosas triviales, anécdotas e historias que bien pueden ser mías, de mis amigos o totalmente inventadas. Probablemente habrá cosas con las cuales puedas identificarte o al menos hacerte reflexionar. El compartir estas cosas le da cierto plus. Hay total libertad de comentar, compartir, opinar y criticar si así lo consideras. Mi expectativa es que puedas disfrutar leyendo esto como yo cuando lo escribo y, por supuesto, mientras “penetro” mis pensamientos.


  
Siguiente entrada:

?: