Thursday, December 24, 2015

Cuando sean las 12...


            Tengo muy claro lo que deseo hacer cuando sean las 12 y se reciba la Navidad. Lo primero que haré será coger mi celular y publicar un profundo mensaje de paz y amor para todos mis contactos. Después de ello, me convertiré en Papá Noel y regalaré likes a todos aquellos que publiquen mensajes hermosos por esta fecha. A las personas que más quiera, les dejaré un comentario y muchos dibujos de arbolitos y caritas felices. De todas maneras “Puchín”, ese gato color plomo rata, gordamente lindo, estará ahí.


Después de eso, le tomaré fotos al arbolito y a todos los regalos que estén debajo de él. Empezaré a tomarme selfies con los miembros de mi familia, y los etiquetaré en las publicaciones que inmediatamente haré, en las cuales les desearé una muy feliz Navidad y un año 2016 lleno de paz, esperanza, éxitos y mucha felicidad.


Cuando sea el momento de comer el exquisito pavo y chancho, le tomaré otra foto, y compartiré con todos ustedes lo rico que se ve. Agradeceré en mi muro, a mi abuela por cocinar tan rico y de paso le mandaré un mensaje de gracias al panadero que con sus gráciles manos cocinó nuestro pavo en su horno; más gracias a las chicas de Tottus que prepararon el rico puré de manzanas y camote, y un mensaje de esperanza a todos los pavos del mundo, que se inmolaron para que mi familia y yo podamos disfrutar de este día tan feliz y tan lleno de paz y buenaventura. A todo aquel interesado que comente mis fotos les daré todos los detalles. Ante comentarios profundos como “qué rico, amix”, responderé con un like y una descripción detallada de ese momento familiar.


Cuando sea hora de abrir los regalos, me tomaré otra foto con mi regalo y compartiré con todos ustedes las cosas que he recibido en este día. Después, viene la foto donde le agradezco a la persona que me dio el regalo, y otra del preciso momento donde abre el suyo, con respectivas publicaciones en su muro; es lo mínimo que puedo hacer.


Es que de eso se trata la Navidad, de compartir, de disfrutar con la familia, y de contar a todos lo que hago, lo que como y lo feliz que soy en estas fiestas. Dejaré de lado algo tan efímero y trivial como el abrazo de mi madre, que viajó para estas fechas, los saludos de mi familia y sus buenos deseos. Al final de cuentas, esas cosas son pasajeras, pero un like es eterno.


Prepárate, celular. Cuando sean las 12, esparciremos el espíritu navideño. Mi mamá, abuela, hermana y tíos pueden esperar. 


Gracias, tecnología. Creo que sin ti la Navidad no sería igual. Sería un simple humano que no comparte sus alegrías con todos sus contactos. 


Sin más que decir, nos vemos a las 12, ustedes ya saben dónde. Aquí va un mega like para todos ustedes.






Feliz Navidad... 








Monday, November 16, 2015

La vida en molde


            “Estudia mucho para que saques buenas notas”. “Tienes que elegir una carrera que te dé plata”. “Los abogados ganan lo que quieren”. “Tienes que darle duro y parejo al trabajo”. “¿Y cuándo te casas?”. “Ya estás en edad de tener tu chibolo”. “Apura que se te pasa el tren, ya no eres una jovencita de 20 años”.


Estas son algunas frases que me vienen a la mente cuando pienso en las distintas etapas del ciclo de la vida. Algunas me las han dicho, otras las he escuchado (la de jovencita, obviamente). Pareciera que la vida está parametrada desde que vienes a este mundo. Las excepciones siempre aplican y nada en contra de dedicarle 15 o 20 años a una misma actividad, en un mismo trabajo. Mi inquietud va hacia todo aquello que se puede dejar de lado por hacer lo que estás supuesto a seguir haciendo. ¿Dónde queda lo que te hace feliz? ¿Qué cosa harías si no tuvieras que preocuparte por dinero?


Esclavitud - Esclavitud moderna


Si estás en el colegio, te toca estudiar y sacar buenas notas (porque tener notas bajas es malo, y ser “inteligente” es bueno); cuando creces y estás a punto de pasar la barrera de los 17 y recién empiezas a pensar en todas las salidas y nuevas aventuras que te esperan en la vida adulta, te informan que tienes que pensar en qué estudiar (porque no tienes tiempo que perder). Lo que te gusta está bien pero si no da plata, descártalo. Tienes que elegir algo que te dé de comer. Ya en la universidad, más estudio y presiones te esperan. Ahora escuchas que si no sacas buenas notas nadie te dará prácticas y no serás un buen profesional. Cuando consigas trabajo, agradece que tengas uno. Ahora podrás tener un sueldo y a fin de mes comprar tus cosas para aportar a la casa y subsistir…


Cuando llegues a los veinti-muchos, ponte ya a pensar en irte a vivir con alguien y tener tu hijo, porque es lo que ya toca. Si eres mujer, apura, que “se te pasa el tren”. Ahora, sigue trabajando para darle educación a tu hijo, para pagar tu alquiler, para estudiar una maestría (tu título ya no es garantía ni te hace competitivo). Si tu trabajo no te gusta, estás harto del horario, de tu jefe, de tus compañeros de trabajo, qué importa; te da para vivir; la calle está dura y hay que seguirle dando. Por ahí podrás darte un día de descanso, si es que no hay que trabajar. Casi no ves a tu familia, pero qué importa, hay que seguir trabajando y produciendo para poder comprar y subsistir; total, eso es parte de la vida adulta y todo el mundo lo hace.


Un día más...

Pasan los años (los cuales para ti pasan cada vez más rápido, a pesar de que los días sigan teniendo 24 horas y los años 365/366 días), tu hijo ya termina el colegio. Es hora de ponerte a pensar cómo vas a pagarle la universidad (porque tiene que ir a la universidad, quieres que sea alguien en la vida, así como tú). Después de todo ¿para qué te rompiste el lomo tantos años? ¿Para qué lo presionaste tanto con sus notas y con que consiga los primeros puestos?


Tu hijo empieza la universidad y sigue tu sabio consejo de elegir qué hacer en función de lo que le dé para vivir. Tu hijo ya terminó la universidad, ya es un profesional. Puedes inflar el pecho el día de su graduación. La hizo, la hiciste. Ya cumpliste con él. Ahora que él vea qué hace. Es hora de pensar en ti, para tu vejez.


Viviste tu vida “como se debe”. Te convertiste en profesional, tuviste tu familia y tienes muchas comodidades. Probablemente ya eres abuelo y podrás disfrutar de tu pensión de jubilación, el producto de tantos años de esfuerzo y sacrificios.




¿Cómo sería la vida sin la presión de ganar dinero? ¿Cómo sería trabajar “por gusto”, dándote tiempo para ser feliz y disfrutar de las cosas sencillas de la vida? ¿Cómo sería tener tiempo para no hacer nada o para sentarte y sentir tu respiración? Si tu respuesta es desempeñar el trabajo al que te dedicas actualmente, felicidades, estás en el cielo.


Suena a locura, y tal vez sea hora de dejar de escribir tonterías. Estar ocupado es bueno, tener trabajo y posición es lo máximo. Buscar la felicidad y hacer lo que te gusta es para hippies y vagos. Terminó mi hora de almuerzo. Me voy a trabajar (y a intentar ser feliz con las cosas que me compre a fin de mes)... 


P.S.: 

Un corto para reflexionar: "El empleo"

Altamente recomendado: TED - "How to find and do work you love"



Tuesday, November 3, 2015

Mi experiencia Vipassana (III)


No hay mucho qué decir de los días 2 y 3. Ya había recuperado algo de cordura, y si bien mi mente seguía cantando a diestra y siniestra, sus revoluciones bajaron. El silencio se me hacía más familiar y el dolor de cuerpo era más soportable; los días eran más tolerables. Una vez que acepté la realidad que me esperaba los siete días restantes y dejé de añorar lo que no tenía, todo fue más sencillo. Me sentí agradecido por cada plato de comida que recibía; agradecido por tener personas que nos estaban sirviendo y agradecido con la vida. Cuando empecé a disfrutar de lo poco o mucho que tenía en ese momento y dejé de pensar en lo que me faltaba, en lo que no tenía, todo a mi alrededor cambió.Pude disfrutar salir en las noches a la entrada del lugar a respirar y observar cuidadosamente la nada...




Al finalizar el día 3 nos informaron que a partir del día siguiente íbamos a tener un tipo de meditación diferente a las anteriores. La consigna de ésta era mantener la misma posición, sin mover las manos o los pies durante una hora continua. El objetivo: trabajar la firme determinación, la constancia… Ya me habían comentado de este “reto” antes, y no quería irme sin lograrlo… Hasta ese día no había podido mantener una misma posición durante más de diez minutos. Y así, me fui a mi cuarto pensando en cómo lo iba a hacer. Era hora del autoabrazo de felicitación del día y hora de dormir. Antes de cerrar mis ojos, me di ánimos para el día siguiente y lograr el mencionado reto.


Día 4, el mismo despertar, la misma sensación y, extrañamente, sin sueño. La primera jornada del reto empezaba después del descanso post desayuno… Fui a Vipassana sin saber qué encontrar, tampoco buscaba algo. Fui por la experiencia y en un plan de “a ver qué pasa”. Con esa ingenuidad e ignorancia decidí permanecer 10 días ahí. Mi recompensa y lo que marcó toda la diferencia, vino en el día 4.  




Al iniciar la meditación/reto, colocaron un audio con cánticos en hindú antiguo, a la par de las instrucciones sobre áreas de tu cuerpo en las cuales enfocarte para buscar sensaciones. Empecé bien pero al pasar los minutos, sentía un poco de dolor y posterior adormecimiento. Estas sensaciones, combinadas con las del audio me empezaron a generar -no sé por qué- un marcado fastidio y rechazo a todo; el audio lo sentía insoportablemente repetitivo, estaba harto de los cánticos y sus alaridos; enfocarme en puntos específicos de mi cuerpo, cuando mis piernas y mi espalda estaban siendo torturadas, era frustrante. El fastidio pasó a convertirse en cólera con calor, en energía que te quema el cuerpo. Mis manos empezaron a cerrarse con rabia; tuve un mal sabor de boca y todo iba en aumento… Apreté fuerte mis manos, como cuando sientes una profunda impotencia e injusticia… Pasó por mi mente el darle un puñete al piso, levantarme y mandar todo al carajo. Y justo cuando todo eso llegó a su punto más álgido, como un globo que está a punto de reventar, toda esa cólera, frustración, molestia e incomodidad, todo eso, se desvaneció como un suspiro…




Hasta ahora no sé qué ocurrió ese día. No sé de dónde salió esa cólera, esa rabia, pero creo que era algo oculto, muy escondido. A partir de ese día murió algo de mí, se evaporó… Lo mágico de todo esto es que a partir de ese momento me sentí ligero, en paz, y estas son sensaciones que me acompañan hasta el día de hoy. Hace tiempo que dejé de preocuparme por encontrar respuestas o causas a todo. No sé por qué o para qué tuve esa cólera guardada pero ya no está y me siento muy bien, más en calma, con mayor libertad.


En aquella ocasión, no conseguí mantener la postura durante una hora. Creo que resistí durante 45 minutos y luego tuve que moverme porque ya no sentía la mitad del cuerpo. Lejos de frustrarme, terminé esa meditación muy feliz, y hasta ahora sonrío cuando recuerdo dicha sensación de libertad, holgura y plenitud. El reto lo cumplí por primera vez en el día 7. Pude repetir la hazaña en los días 8 y 9.




Todo empezó a cambiar de forma a partir de ese día. La comida vegetariana era sinónimo de manjar y disfruté cada bocado como si fuera el primero. Empecé a ver a mis compañeros con cierto brillo, a verlos en grandeza. Los rostros, que en un inicio eran tristes y desesperanzados, pasaron a ser más neutrales y por momentos alegres. Creo que cada uno empezó a encontrar su propio espacio de paz y plenitud. Las meditaciones se hacían menos tediosas y el audio que en un momento llegué a detestar, me pareció ameno y hasta melodioso. Las cosas seguían igual, sólo cambió mi forma de apreciarlas.


Quedaban 6 días y el curso no terminaba pero ya sentía como si hubiera campeonado…


Friday, October 30, 2015

Mi hijo olvidado


Tengo un hijo y lo están viendo. Nació aproximadamente en marzo y en sus cortos meses de vida ya sufrió mi total abandono y desatención. Considero que empecé bien, dándole a mi hijo su comida semanal, para que crezca y sea conocido. Pasé mucho tiempo pensando en cómo hacerlo, me rompí la cabeza pensando el nombre, cómo sería, qué cosas haría con él.




Mi ilusión de padre me duró unos meses y ahora con cierta vergüenza volteo para verlo. Ha acumulado polvo, casi nadie lo recuerda pero ahí sigue, fiel al castigo y es que no pudo escoger a su padre. De haberlo podido hacer tal vez hubiera escogido a alguien más constante y amoroso.


Así que, hijo, nunca es tarde para las disculpas porque aún no mueres. Sigues vivo; no coleando porque hace meses te olvidé, pero te alimentaré “ahora sí” seguido. Tengo mucho alimento pendiente para ti. Pero te alimentaré de a pocos para que no te empaches y no caigas tan pesado como Carlos Alcántara en una “nueva” película de material reciclado de baja calidad. Pretendo mostrarte más al mundo, no prostituirte.





Así que hijo, blog, te escribo para decirte que volveré a hacerte caso. Prometo alimentarte al menos 52 veces para cuando cumplas tu primer año. Quedan 32 alimentos pendientes para ti.


Y a pesar de todo, y de mi poca constancia, no te quedará más que creerme…



Sunday, September 13, 2015

Mi experiencia Vipassana (II)


Nos retiramos del comedor y nos dirigimos a la entrada de la sala de meditación. Era un salón grande y espacioso, el cual estaba dividido en dos: el área de hombres y el área de mujeres. Luego de dejar mis zapatos en la entrada, fui al espacio número 22, el cual tendría durante todo el curso.


No nos dieron instrucciones sobre cómo meditar, tampoco sobre una determinada postura o en qué pensar. La instrucción fue una: siente el paso del aire por tu nariz y obsérvalo. ¿Sentir el paso del aire por mi nariz? ¿Observarlo? ¿Qué es eso? ¿Nada de “ohm” o ponerme en posición de flor de loto? ¿Sólo sentarme y respirar? Si bien empecé a pensar en mil razones para cuestionar ello, me relajé, tomé una respiración profunda y me propuse a intentarlo.




El silencio que me rodeaba era algo nuevo. Pocas veces había estado en tanta ausencia de sonido. Continué respirando y respirando, hasta que mi mente se aburrió y empezó a decir “hazme caso”. Cual chiquillo llamando la atención, empezó a cantar. Mientras intentaba observar mi respiración, escuchaba todo tipo de canciones; desde canciones de mis archivos personales hasta canciones que he escuchado en la calle o en alguna unidad de transporte público. Desde “Running Up That Hill”, pasando por “Touch Me Like You Do”, hasta –para remate- “La vela maldita”. Pasaban los minutos y era el turno de los dolores de cuerpo. A mi amigo cuerpo no le agradó la sensación de estar tanto tiempo sin moverse, por lo que empezó a mandar señales de dolor en la espalda, en las rodillas y en el trasero. Luego de minutos interminables (que más se sintieron como  horas), la primera jornada de meditación terminó. Era hora de dormir.




Como mencioné antes, me tocaba compartir cuarto con tres personas más. Nuestro cuarto tenía el tamaño justo para que cada uno tenga su propio espacio sin incomodar al otro. El gran detalle: un sólo baño, el cual compartiríamos con cuatro personas más del cuarto vecino. ¿Cómo íbamos a ponernos de acuerdo para usar un baño entre ocho personas? Si incluso entre dos es difícil, cómo íbamos a hacerlo para ocho personas y en silencio era un misterio. Fui uno de los primeros en llegar al cuarto, por lo que me lavé, me cambié y metí a la cama, como queriendo apurar la llegada del día siguiente. Por momentos me invadía la misma pregunta de antes, “¿en qué me he metido?”, “¿qué hago aquí?”; “¿diez días así?” Decidí cerrar mis ojos, dejar ir todo y dormir. Terminaba el día 0 del curso…


Posible escenario del baño...


No recuerdo qué soñé esa primera noche pero recuerdo muy bien el sonido del gong a las 4:00 a.m., el cual indicaba el inicio del día 1. Pocas veces he estado despierto a esa hora y cuando lo he estado, casi todas han involucrado una noche de amanecida con alcohol. Para mi sorpresa, me resultó sencillo levantarme. Me desenrollé de la bolsa de dormir y luego de lavarme y vestirme, salí al frío y la llovizna, y bajé a la sala de meditación.





La mayoría de meditaciones iniciaban con un audio que contenía cánticos indescifrables para alguien que habla español, e instrucciones en inglés-hindú, con posterior doblaje al español. Transcurrió una vida (que en realidad fueron dos horas) con mi mente cantando “vela maldita, vela maldita” y con los dolores ya familiares del día anterior. Sonó el gong. Era hora de desayunar. Lo que más recuerdo de los primeros desayunos no fue la comida sino los rostros de los otros participantes. Si bien no hacía contacto visual directo con alguno, en el barrido visual observaba todo tipo de expresiones (ninguna feliz). Recordaba haber visto más alegría y gusto por la vida, en un documental de la cárcel que en ese comedor. Rostros desencajados, incomodidad, sueño; algo así como “La vida es bella” a partir de la segunda mitad de la película.


Comida vegetariana... Ñam...
Olvidé un detalle interesante. Cuando mencioné que íbamos a comer lo que nos daban, ello era por el hecho de que lo único que comeríamos sería comida vegetariana. Así como le dijiste adiós a tu celular, también le dirías adiós a la carne y a los derivados de animales (leche, queso, yogurt). 100% comida vegetariana. Si pensabas encontrar refugio en la comida para llenar tu vacío existencial en esos días, mejor empezabas a usar tu imaginación para que esas deliciosas menestras, carne de soya y verduras se conviertan en chicharrón o en pollo a la brasa. “Miraré el lado bueno”, me dije. “Me desintoxicaré y por ahí retorno a mi peso”. Después del desayuno, iba prácticamente corriendo a mi cama para echarme y dormir. Los minutos eran valiosos y cualquier minuto extra haría la diferencia para no caer dormido en el siguiente turno de meditación.


Gong; meditación; gong; almuerzo; carrera a la cama para descansar; gong; meditación; gong; meditación; gong; meditación; gong; discurso; gong; meditación; gong; dormir. Día 1 concluido. Había sobrevivido… Seguía ahí. Aquella noche extrañé todo lo que había dejado hace un par de días. Extrañaba mi casa, mi techo, a mi hermana, a mis papás, personas especiales, amigos, caminar… Como no podía hablar ni siquiera conmigo mismo hice algo para darme fuerzas y seguir. Esa primera noche, ya en pijama y antes de dormir, me abracé a mí mismo y me felicité por el buen trabajo de ese primer día. Quedaban nueve días. Nueve días de comida que no era mi predilecta, nueve días sin música, sin leer, sin amigos ni compañía.


Hasta el momento de este relato, todo les puede parecer un calvario, un envenenamiento largo y doloroso. Sin embargo, no en vano recomiendo esta experiencia a todo ser viviente, a toda persona que desee algo de paz interior. Las cosas iban a cambiar drásticamente.


“Felicitaciones, lo has hecho muy bien; cada vez falta menos”, me dije. Iba un día y ya bordeaba la locura…





(Continuaré…)


P.S.:

¿Curiosidad por la "vela maldita"? Aquí está...



Wednesday, September 9, 2015

Mi experiencia Vipassana (I)


"Hoy es el primer día del resto de tu vida", una frase que no comprendo bien pero que se me viene a la mente ahora que voy a escribir sobre esos diez días que pasé viajando hacia mi interior. Fueron diez días llenos de aprendizaje, de reflexión y de mucha paz, de esos momentos donde puedes mirar al cielo, sentir el aire en tu rostro y agradecer a la vida por estar en el aquí y el ahora. No llegué a conseguir la telekinesis que, entre bromas, comentaba con amigos, pero me llevé tantas cosas, las cuales iré recordando y ordenando conforme transcurran estas líneas.




Culminar mi primer curso de Vipassana fue la mejor experiencia que he tenido desde que me formé como coach. Fue tan significativa que puedo colocarla al mismo nivel de trascendencia e impacto en mi vida. Por momentos dudé en ir, pensaba en diez días aburridos, llenos de restricciones y falta de libertad. Felizmente, ya me había inscrito y había confirmado mi participación; ya había comentado a más de uno que desde el 5 hasta el 16 de agosto iba a estar inubicable. No había forma de echarme atrás. Citando a mi madre, me dije "vas porque vas" (razonamiento brillante).


Los días anteriores a mi partida los sentí con aroma de despedida, como aquellos días donde llegaba enero y sabía que me tocaba ir de viaje a pasar mi verano a los “Yunaites”; durante 6 años fue así… Llegó el ansiado día. Me desperté temprano para alistar mis maletas. Mi padre me ayudó comprando algunas cosas que me faltaban y antes de despedirse, me abrazó y me dijo que vaya y viva mi experiencia. Sabias palabras...


Y así partí hacia el punto de encuentro, cargando mi mochila, un maletín y una bolsa de dormir, la cual casi dejo olvidada en la fría acera de la Javier Prado, si no hubiera sido por un amable señor que cruzó la avenida casi corriendo para devolvérmela. Una movilidad nos iba a recoger a la 1:00 p.m.; sólo sabía que el curso era en algún lugar de Cieneguilla; no me importó saber más. El carro (que en realidad era un micro alquilado de la ruta Javier Prado - Cieneguilla) llegó tarde y acabamos partiendo cerca de las 2:00 p.m.. Como es ya mi costumbre al subir a un micro, me pasé todo el trayecto durmiendo y haciendo acrobacias para no golpearme contra la ventana o chorrearme por el asiento.





Al llegar vi una entrada que me hizo recordar a un colegio. El lugar era tranquilo; vi un número regular de personas, entre hombres y mujeres. Algunos socializaban y otros (como yo) fuimos directamente a la mesa de inscripción. Me tocó completar una ficha con mis datos y releer las reglas para los días del curso. Llené la ficha y fue momento de decirle "hasta luego" a mi celular (explicaré en breve el porqué); al terminar la inscripción, me dijeron que espere por instrucciones. Fui a mi cuarto asignado (el cual compartiría con tres personas más) y tiré mis bultos. No había más por hacer, así que me eché al pasto a mirar el cielo hasta quedarme dormido. No sé cuánto tiempo pasó (no uso reloj) pero después de una breve siesta a la intemperie, nos llamaron al comedor a escuchar instrucciones y a repetirnos las reglas.


Hora de decirle adiós a tu corazón tecnológico...


Una primera regla era permanecer sin contacto con el mundo exterior durante esos días. Sin televisión, sin radio, sin periódicos y, por supuesto, sin celular. La segunda regla a destacar era mantener el noble silencio durante el curso. ¿Qué es noble silencio? Evitar hablar. Esto incluye el no tener ningún tipo de comunicación con los otros participantes, ni siquiera hacer contacto visual o hacer gestos. Si te cruzas con alguien en el pasadizo, mantén la mirada neutra y dirigida hacia el piso. Comunicación cero. Mi lado antisocial me iba a servir de mucho. Piece of cake... La tercera regla es permanecer en el lugar durante los diez días de duración del curso y cumplir con los horarios. Es cierto que nadie te encadena o te amenaza para que te quedes. Eres libre de irte cuando quieras pero el curso termina al décimo día. 

¿Cómo son los horarios? Los días pueden resumirse en:

- Despertar (4:00 a.m.)
- Meditar (4:30 a.m.)
- Desayunar (6:30 a.m.)
- Descanso
- Meditar, meditar (8:00 a.m.)
- Almorzar (11:00 a.m.)
- Descanso y preguntas al profesor (los que deseen) (12:00 m.)
- Meditar, meditar, meditar (1:00 p.m.)
- Merendar (5:00 p.m.)
- Meditar (6:00 p.m.)
- Discursos (7:15 p.m.)
- Meditar (8:30 p.m.)
- Dormir (9:00 p.m.)


Otras reglas son comer lo que te dan, lavar tus platos y cubiertos, limpiar tu cuarto y baño, abstenerte de alcohol, cigarros o cualquier adicción, entre otros. Una última regla es evitar el contacto con gente del sexo opuesto; segregación entre hombres y mujeres.


El noble silencio empezaba a las 8:00 p.m., hora de la primera meditación (del curso y de mi vida).  Empezaba mi viaje Vipassana. Suena a locura el mantener el silencio y aislamiento durante varios días, y decir de qué se trata es muy distinto a vivirlo... Todo tiene un sentido, el cual vas descubriendo con el transcurrir de los días. Contaré mi experiencia, la cual es MÍA (cada quien tiene la suya). Empezaba el primer día del resto de mi vida; el primer día de la experiencia de estar conmigo mismo, con mi mente inefablemente complicada... ¿A qué me metí?


"Hello, me, meet the real me..."



(Continuaré…)

Monday, August 31, 2015

Cambia tu vida… en 30 días


            Hace algunos meses vi un video en TED que llamó mi atención. Se trata de algo muy sencillo: hacer algo nuevo, diferente, algo que no realices, y sostenlo durante 30 días, de forma ininterrumpida. Suena sencillo… sólo suena sencillo. Tan sencillo que hasta la fecha no he podido cumplirlos. Por tal razón, qué mejor forma de compartirlo con ustedes, de invitarlos a ser fiscales de cumplir los retos que me autoimpondré. Tal vez hasta se animan a ser socios desde el 1ro de setiembre hasta finales de mes.


Rutina: definición gráfica



La lógica de esto es sencilla. Se trata de generar nuevos hábitos y por ahí reemplazar los malos hábitos, si se desea. Aprendemos por repetición vivencial; mientras más hagamos algo, más se marca en la mente, al punto de dejar de ser conscientes de lo que hacemos, actuando en automático. Es como manejar un carro (bicicleta no porque no sé manejar –lo dije…), lavarse los dientes, escribir en WhatsApp o amarrarse los zapatos.


Algo que escucho últimamente es “el tiempo pasa volando”. Lo irónico es que todos los días tienen 24 horas, un día no es más largo que otro; los lunes son igual de largos que los viernes. ¿Qué cambia? Probablemente el tiempo que pasas en piloto automático. Aquí hablamos de un día. Ya estamos entrando a setiembre, hace poco era enero, ¿verdad? Lo preocupante es el tiempo que pasamos en piloto automático. Ya sea por tu trabajo, por tomar las mismas rutas, por ir a comer al mismo menú, por conversar de lo mismo, por ver los mismos programas de televisión a la misma hora… por lo que sea, somos seres rutinarios, tan rutinarios que nuestra rutina es la rutina.


Cuando iniciamos la rutina (...)


Deseo hacer setiembre memorable y recordar lo que hice cada día, sólo para experimentar cosas diferentes. No se trata de hacer cosas grandes como irte de mendigo o no comer. Puedes hacer cosas sumamente sencillas, como caminar en lugar de usar el carro, bañarte usando tu mano menos hábil, leer un libro, hacer ejercicio… La consigna es la misma: repetirlo durante 30 días de forma constante. Al día 31 serás libre. Puedes retomar tus viejos hábitos porque estarán ahí esperándote… o puedes dejarlos de lado y reemplazarlos por los que estuviste practicando durante el reto. Aquí algunas ideas para estos 30 días:


Cocinar una receta nueva cada día
Tomar una foto diferente cada día
Seguir una rutina de ejercicios
Salir a caminar treinta minutos diarios
Elige una ruta nueva al trabajo
Dejar de leer periódicos o ver noticieros
Bañarse con agua fría/caliente
Mirar un documental nuevo cada día
Hablar con una persona desconocida
Leer ‘x’ páginas de un libro
Decirle un cumplido a una persona
Cepíllate los dientes con tu mano menos hábil
Evita publicar en Facebook
Escucha música que sea de tu desagrado
Sonríe frente al espejo antes de salir de casa
Colorea mandalas


Por lo tanto, estas son las cosas que haré durante los 30 días del mes de setiembre:
·        Hacer ejercicios (30 day plank challenge, barras o el TapOut XT, cualquiera de los tres).
·        Comer una fruta diaria.
·        Leer un cuento diario (100 cuentos).
·        Tomar una foto cada día.
·        Ver un video nuevo relacionado al coaching.


Alguna vez me dijeron que la rutina mata. No sé si mata pero creo que es más una herramienta de supervivencia que de vivencia. La rutina nos mantiene en nuestra zona cómoda pero la vida se compone de cosas que están también fuera de ella. Cuando he estado en rutinas, tales como trabajo o colegio sentía que no vivía, que las cosas no tenían sorpresa ni incertidumbre, una falta de chispa… Tal vez exagero con decir que no vivía pero lo que recuerdo bien es que no sentía el paso ni la diferencia de los días. Todo era despertar, desayunar, bañarme, trabajar, cenar, dormir, y así sucesivamente… y así pasa el tiempo, porque cada vez el tiempo vuela más rápido.


(...) y cuando pasa el tiempo... y sigue pasando


Les extiendo mi invitación a hacer algo nuevo a partir de mañana. Lo peor que podría pasar es que no les gusten estos 30 días pero siempre podrán volver y retomar sus hábitos. Esto se trata de tomar consciencia de cada día, de irte a dormir pensando en que tu día tuvo algo nuevo, algo diferente y fuera de lo común. ¿Hasta ahora recuerdas esa vez que te robaron tu celular hace un año? Excelente, algo nuevo y fuera de lo común. ¿Qué desayunaste esta mañana? ¿Qué música sonaba en la radio cuando ibas al trabajo? ¿Quién fue la primera persona que saludaste en la calle? ¿No lo recuerdas? A partir de mañana, si te lo propones, recordarás un poco más que ayer. 


Desde 1928 haciendo lo mismo...


Cierro esta entrada con una frase que resume bastante uno de los propósitos de este mes:

El tener conciencia de la rutina es dar el primer paso para cambiarla”. - Wayne Dyer


A vivir se ha dicho…


P.S.:

El video de TED: Haz algo nuevo por 30 días